El Cabildo y Foresta habilitan cuatro hectáreas de Osorio para conocer las especies más representativas del monteverde. La propuesta incluye el apoyo de guías para grupos.

Laurel, til, sanguino, rejalgadera, bella de risco, madroño canario, brezo, acebiño, bicácaro, tajinaste, cedro… Los  nombres de las especies que conforman la laurisilva son más o menos conocidos, pero otro aquél es conocer quién es  quién. Foresta y el Cabildo tratan de poner orden en un catálogo de especies que es una selva en sí misma, y para ello han diseñado un sendero en Osorio que recorre cuatro hectáreas de la finca insular que retrata a cada una de ellas, con nombre y apellidos, con ilustraciones y características para terminar la ruta doctorado en los secretos del mágico bosque del Atlántico.

El Cabildo de Gran Canaria y la fundación Foresta han creado un circuito de senderos en la finca de Osorio que pone orden y concierto para conocer en directo las decenas de especies que forman parte de la laurisilva, un arcano natural que conforma una selva en sí misma, tanto por el número de especies que atesora como por su dificultad  para identificar cada una de ellas.

Hasta ayer. Porque a partir de ahora todo el que quiera pasear con conocimiento de causa por Osorio, Los Tilos, el  barranco Oscuro o el de La Virgen, entre otros puntos donde prospera el último reducto de bosque nuboso de Gran  Canaria puede incluso darse el pisto con los conocimientos adquiridos tras un paseo por la finca insular en el que el   visitante se encontrará dos kilómetros de senderos acotados que rodean unas parcelas o isletas con los matos perfectamente identificados.

Una veintena de paneles, con dos especies por unidad, detallan las características de un arbusto yun árbol con su respectiva ilustración, su nombre común y en latín, el mapa de su distribución geográfica, además de sus  dimensiones y curiosidades. Detrás se encontrarán ambos matos ‘de verdad’, aún en fase de guardería, pero  perfectamente identificables. Para entender la configuración de esta aulario en el que es uno de los parajes naturales  más golosos de la isla, hay que remontarse al año 2013, cuando Foresta, Fundación Canaria para la Reforestación, adquiere la condición de ‘padrino’ de estas cuatro hectáreas como reconocimiento a su labor altruista. En aquél  momento comienza la replantación de la ladera que hoy, tras una última inversión de 49.600 euros aportada por  Foresta, se ha convertido en un delicioso itinerario que parte de la casona principal y asciende hacia las faldas del Pico, abriéndose a su paso un paisaje definitivo que abarca de cumbre a mar.

La ruta está dividida en las citadas 18 isletas donde aparece por parejas, arbusto-árbol un total de 36 especies, con el  citado hito informativo, cada uno de ellos ilustrado por la hija adoptiva de Gran Canaria Mary Anne Kunkel, cuyos  aliosos originales fueron adquiridos por el Cabildo en los años 70. Así se puede ir pasando además
por distintos ‘ecosistemas’ propios. Comenzando por la zona de laurisilva seca, saltando a la de madroñal, y luego la fayal-brezal hasta alcanzar por último el de la laurisilva húmeda. A lo que hay que añadir las zonas anexas con  vegetación temática, y que abarcan el ornamental, el medicinal y el maderero- forrajero.

Quizá en una sesión didáctica no sea posible acaparar tanta información de un único viaje, pero esta es precisamente  la excusa perfecta para repetir cuantas veces haga falta para alcanzar el doctorado en la materia. Y si el  esfuerzo es mucho, tres áreas de descanso, una de ellas con una cabaña como punto informativo permiten  recuperar el resuello. Facilita el aprendizaje la posibilidad de ser acompañado por un monitor de Foresta, que previa  reserva, comanda la ruta con todo tipo de explicaciones mientras se serpentea por laguna artificial y el pequeño  arroyo de 180 metros de caída que dibuja meandros entre las isletas.

Entre todo este vademécum se encuentran joyas naturales en peligro de extinción, cuando no al borde mismo. Entre  ellas sobresale por anecdotario propio Sambucus palmensis, o saúco canario, salvada por la vecina de Valleseco María José Pérez, Quica, cuando apenas quedaban tres ejemplares en 1985, entre ellos los dos que relucían su finca y que los había trasplantado de Valsendero 35 años antes porque le recordaban a su madre. Pero lo hizo con tan buen tino que ambos matos, -de ‘apellidos’ distintos-, pudieron generar la suficiente diversidad genética para regenerar la  especie, que hoy cuenta, tras su reproducción por semilla en viveros, con miles de saúcos. A ellos se añaden otros  como la retama peluda, la preciosa cresta de gallo, el delfino, que según los expertos uno de los árboles de la laurisilva más raros, curiosos y difícil de ver, o la salviablanca de Guayedra.Por no hablar de la rejalgadera o Solanum vespertilio, una suerte de minúsculo tomate autóctono que sucumbió en  la isla por el apetito de unas cabras que no le hacían ascos a sus tallos jalonados de afiladas púas.

Para presentar toda esta novelería de raíz a copa se personaba ayer en la finca el consejero insular de Medio Ambiente, Miguel Ángel Rodríguez, que calificaba la iniciativa de “un documental en vivo”, en el que se puede “tocar, oler y sentir” para reconocer y valorar este patrimonio natural. Estuvo acompañado de Sergio Armas, gerente de Foresta, quien invita a  colegios, asociaciones de todo tipo, ayuntamientos y grupos a “sumergirse en la laurisilva”. Por su parte, Fran Sosa, director del Parque Rural de Doramas, ofrecía una lección magistral sobre cada mato al que  le oreaba el viento en un suculento relato de asombros que a ojos de cualquier incauto pasan desapercibidos, no en balde Sosa gestiona un área que abarca seis municipios, con 400 especies de plantas vasculares…, y en plena  progresión.

Info La Provincia

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